Todo el mundo, en algún momento mira hacia su pasado. A veces, recordamos un momento feliz porque nos hace sentir bien. Otras veces, recordamos algo que no hicimos muy bien y desearíamos tener una segunda oportunidad.
Después de una muerte o algún otro evento traumático, nos preguntamos porqué, pero por lo general solemos dejar nuestro pasado atrás y seguimos con nuestras vidas. Sin embargo, para algunas personas hacer esto no es tan fácil. Algunas personas que viven eventos traumáticos son afectadas tan fuertemente por la experiencia que no son capaces de volver a vivir una vida normal.
Cuando una experiencia traumática comienza a interferir con la vida normal de la persona, ésta puede estar sufriendo un TEPT. Este trastorno puede ser la consecuencia de una experiencia estresante e inusual como una violación, la guerra, un desastre natural, un incendio, abuso sexual, un choque automovilístico o un accidente de aviación, una muerte traumática o un secuestro. Para algunas personas el sólo presenciar un evento trágico o violento es suficiente para causarles TEPT, éste desorden pertenece a un grupo mayor de problemas de la salud, conocido como Trastornos de Ansiedad.
Los síntomas varían desde revivir constantemente el trauma hasta un estado general de apatía emocional. Los individuos con TEPT son incapaces de concentrarse en tareas de rutina. En la mayoría de los casos, estas personas se recuperan sin necesidad de tratamiento alguno, en cuestión de meses. Pero otras víctimas padecerán este problema por meses o años y solo mejorarán si se someten a un tratamiento profesional.
Las mujeres tienden a padecer TEPT más frecuentemente que los hombres y parece ser menos común en las personas mayores. Este trastorno ha sido común en los soldados, conocido a través de los años como “fatiga de batalla”. Se estima que entre el 15 y el 30 % de los 3.5 millones de hombres y mujeres que estuvieron en la guerra de Vietnam, han sufrido TEPT.
Sin embargo, este trastorno puede afectar a cualquier persona, de cualquier edad y estudios recientes muestran que, en niños, es mucho más común de lo que se creía.
El trastorno tiende a ser más severo si el trauma no fue anticipado. Su frecuencia varía ampliamente según los estudios consultados, sin embargo se puede afirmar que alrededor de un 7 a 8 % de la población tendrá un TEPT en algún momento de su vida.
El cuadro clínico de este trastorno es muy variable. Los síntomas específicos van a variar en número y en intensidad en cada individuo, por esto es posible que dos personas con TEPT se vean afectadas de manera muy diferente. Los criterios para la detección están divididos en tres categorías diferentes y raramente se diagnosticará TEPT en una persona, si por lo menos no tiene un síntoma de cada grupo. Estos deben ser recurrentes y provocar alteraciones en la actividad global del individuo.
Las personas con TEPT tienen episodios frecuentes en los cuales reviven el evento traumático. Esto se puede manifestar a través de un sueño, de recuerdos espontáneos o simplemente a través de una repentina invasión de emociones o imágenes relacionadas al trauma. Una persona que tiene una imagen del episodio puede pensar que en realidad está experimentando o viendo el evento traumático nuevamente. A veces estas imágenes pueden ser tan severas que el individuo inconcientemente comienza a actuar como lo había hecho en el momento del trauma y puede aparecer el sonambulismo. Un veterano de guerra, por ejemplo, puede cubrirse como si estuviera en un bombardeo.
Las pesadillas a veces son tan intensas que el sujeto se despertará gritando y pueden ser tan aterrorizantes que llegará a desarrollar insomnio para evitarlas. Recuerdos repentinos del suceso estresante, que llegan sin previo aviso, pueden ser tan poderosos que el sujeto reaccionará con llanto o con sensaciones físicas como sudoración, taquicardia, etc.
Una segunda categoría se caracteriza por el esfuerzo por evitar toda situación o actividad que le recuerde el evento vivido. Este comportamiento de evitación puede incluir a familiares y amigos. Los sujetos con TEPT, por lo general tienen problemas para sentir y expresar emociones, especialmente a los más allegados. Esto puede desgastar las relaciones personales, ya que la otra persona se sentirá ignorada o rechazada.
El comportamiento de evitación puede interferir con las actividades diarias. Por ejemplo, un individuo que ha estado en el asalto a un banco, puede negarse a efectuar trámites bancarios.
Algunas personas con TEPT pueden estar tan pendientes de ciertas situaciones que evitarlas se convertirá en el elemento dominante de sus vidas.
Otros en cambio, pueden evitar responsabilidades, pierden el interés en sus actividades favoritas, o se sienten sin esperanzas en cuanto al futuro. Estas respuestas pueden conducir a un pobre desenvolvimiento en el trabajo y causar problemas familiares.
El tercer grupo de síntomas, incluye enojos no provocados, una sensación extrema de estar siempre “en guardia”, problemas para concentrarse e insomnio.
Alguien que ha estado en una guerra, puede reaccionar en forma exagerada ante ciertos sonidos como el de los fuegos artificiales o el del caño de escape de un automóvil, que son similares a los escuchados en batalla.
Algunas veces, los sujetos con TEPT tienen crisis de pánico, con síntomas como dolor en el pecho, mareos, respiración acelerada y sienten que van a morir o a perder el control.
Los síntomas, por lo general, aparecen a las pocas semanas de ocurrida la situación traumática y en raras ocasiones, puede haber un gran período entre el acontecimiento traumático y el comienzo del TEPT. En algunas personas pueden pasar meses o años antes de que se empiecen a manifestar los síntomas característicos.
El diagnóstico del TEPT puede resultar muy difícil, ya que tanto al paciente como al terapeuta se le puede pasar por alto un episodio distante. En muchas ocasiones el paciente ha olvidado el incidente o simplemente no le habla al terapeuta acerca de él, ya que cree que no es algo muy importante. Es esencial que la persona que está buscando ayuda le cuente a su terapeuta cualquier experiencia traumática que haya tenido; de este modo el terapeuta puede considerar si el episodio estaría relacionado con el problema o no.
El potencial paciente con TEPT puede ser diagnosticado primero con Trastorno de Estrés Agudo, en el cual los síntomas comienzan y finalizan dentro de las cuatro semanas del evento traumático. Pero si los síntomas persisten por más de un mes y reúnen el criterio del TEPT, el diagnóstico será cambiado de Trastorno de Estrés Agudo a TEPT.
No es inusual para estos sujetos tener más de un problema a la vez. Las personas con TEPT o algún otro problema de salud mental, frecuentemente recurren a las drogas o al alcohol para sentirse mejor. Un estudio reciente del Instituto Nacional de Salud Mental, encontró que la mitad de las personas drogadictas o alcohólicas en los Estados Unidos, son personas con algún trastorno de salud mental. A veces, los problemas relacionados con el abuso de alcohol tapan los síntomas del TEPT.
En otros casos, los síntomas más importantes pueden ser también característicos de otras enfermedades distintas al TEPT. Por ejemplo, un individuo con este trastorno, puede también sufrir depresión.
Afortunadamente el TEPT puede ser tratado con éxito. La Terapia Comportamental, puede jugar un papel muy importante, ya que ayuda a modificar las maneras de actuar del paciente y a reducir sus comportamientos evitativos. La terapia comportamental, por lo general es combinada con la Terapia Cognitiva, la cual tiende a modificar los patrones de pensamiento subyacentes.
La medicación es un complemento muy valioso de los otros tratamientos, ya que alivia muchos de los síntomas más incapacitantes y hace que la terapia pueda avanzar. Es particularmente beneficiosa en controlar la furia, el insomnio, las pesadillas, los recuerdos repentinos y la depresión.
Por lo general la medicación se utiliza durante varios meses; pero si el caso es muy severo se puede extender a varios años.
La terapia familiar, puede ayudar a los parientes a entender y luchar contra la enfermedad. A través de ésta, los familiares comprenden que cualquier rechazo aparente por parte de un familiar con TEPT, es solo el producto de este trastorno. La terapia familiar puede normalizar la comunicación y reestablecer la interacción normal.
Los grupos de apoyo y/o autoayuda, integrados por individuos que han sufrido TEPT, les pueden mostrar a las víctimas que sus reacciones al trauma son compartidas por muchos; y a través del comentar experiencias y sentimientos comunes, se ayudan unos a otros a recobrar la confianza perdida.
Un psiquiatra, psicólogo u otros profesionales de la salud mental, pueden estar capacitados para reconocer el TEPT y eventualmente tratarlo, o derivar al paciente a un profesional o a un equipo especializado que puedan hacerlo. En muchos casos un centro especializado o un grupo de apoyo, son necesarios y pueden ser encontrados.