Es una señal de alarma o peligro. Puede ser considerada normal cuando nos prepara para un mejor rendimiento frente a una situación inesperada, novedosa o amenazante.
Se vuelve un trastorno cuando es desmedida y en lugar de facilitar el rendimiento de las personas les ocasiona problemas adicionales o interfiere con su desempeño.
Se manifiesta como un conjunto de síntomas físicos (palpitaciones, sudor, temblor, sofocos, palidez o enrojecimiento del rostro) y psicológicos (miedo intenso, llanto o rabietas, sensación de descontrol, ganas de salir corriendo, miedo a volverse loco o a morir).
Es importante resaltar que existen ciertos miedos y ansiedades normales en cada etapa del desarrollo y es el profesional especializado en estos trastornos, quien podrá determinar o descartar la existencia de un Trastorno de Ansiedad.
Es importante considerar que los trastornos de ansiedad se manifiestan en los niños de un modo diferente que en los adultos.
En cada etapa evolutiva pueden manifestarse transitoriamente manifestaciones de ansiedad normal. Es normal que los más pequeños tengan miedo a separarse de los padres, a que les ocurra algún daño a sí mismos o a sus padres y a perderse. En los niños más grandes es esperable que tengan algunos miedos más definidos como a la oscuridad, a los animales, a los desastres naturales (tormentas, inundaciones, tornados) o a asistir a la escuela. Se pueden presentan además, quejas somáticas (dolores de panza, de cabeza), como equivalentes de ansiedad. En contraste, los adolescentes suelen manifestar ansiedad en respuesta a una preocupación exagerada por su desempeño (baile, deportes), su apariencia frente a grupos de pares (aspecto físico, ropa, seguridad) y en general su imagen, buscando la aceptación de sus pares.
Cuando estas preocupaciones se vuelven excesivas en su magnitud (por ejemplo: reacciones de llanto y angustia desmedidas de un niño ante la separación de sus padres, timidez marcada), o cuando persiste la ansiedad más allá de la etapa en la cual se consideran parte del desarrollo evolutivo normal, podemos considerar que estamos frente a un Trastorno de Ansiedad. En todos los casos, los niños y adolescentes con trastornos de ansiedad ven afectado su rendimiento en alguna o varias facetas de su vida: personal, familiar, académica y/o social.
La forma en que se manifiesta la ansiedad puede variar según la edad: mientras los niños más chicos reaccionan con llanto, rabietas y “colgándose” de la madre, los niños más grandes pueden presentar problemas de conducta como oposicionismo o actitudes desafiantes, menor rendimiento escolar y reacciones corporales como taquicardia, falta de aire, sudor, dolores de cabeza o de panza. Los adolescentes suelen enmascarar su ansiedad bajo conductas de riesgo, distintas formas de violencia, consumo de sustancias, depresión y autoagresiones. Sin embargo, al preguntárseles, suelen reconocer también síntomas somáticos y psicológicos de ansiedad.
Diversas investigaciones señalan que es posible detectar ya desde la infancia temprana rasgos temperamentales que auguran un futuro de ansiedad anormal en los niños, tales como el miedo a ruidos fuertes, marcada ansiedad de separación, miedo ante los extraños, mutismo (tendencia a permanecer callados fuera de casa) y en general patrones de inhibición comportamental.
También el hecho de presentar antecedentes familiares de trastornos de ansiedad en familiares directos(padres, hermanos, tíos, abuelos) aumenta el riesgo de que los niños los padezcan y esto se explica tanto por la existencia de factores hereditarios, como por un efecto de modelado que ejercen las actitudes ansiosas de los familiares sobre estos niños.
Algunos son exclusivos de los niños mientras otros se presentan también en los adultos. A continuación se mencionan los más frecuentes:
Actualmente se acepta un origen multicausal para los trastornos de ansiedad, reconociéndose la influencia de una combinación de factores genéticos, temperamentales, ambientales y psicosociales en la génesis de los mismos. Así, los trastornos de ansiedad han demostrado ser más frecuentes en hijos de padres que también los presentaron o presentan. Asimismo, los niños que muestran rasgos temperamentales de inhibición comportamental, suelen desarrollar con mayor probabilidad futuros trastornos de ansiedad. Por otra parte influye el condicionamiento ambiental y por último, debe considerarse también la influencia de las actitudes ansiosas de los padres con sus hijos a partir del modelado que ellos les imprimen inadvertidamente a lo largo de la vida.
El profesional tratante diseñará el tipo de tratamiento adecuado a las características o necesidades individuales.
Más allá de las características individuales de cada niño o adolescente, el profesional no debe olvidar la importancia del efecto de modelado que los padres ejercen sobre sus hijos, pudiendo los mismos influir en la perpetuación del problema ansioso en la familia. Por lo tanto, los padres deben ser incluidos en el tratamiento de los niños ansiosos. Antes de implementar cualquier modalidad de tratamiento, ha demostrado ser de gran utilidad, explicar a los padres y a los niños o adolescentes acerca de la naturaleza de su trastorno, lo que se conoce con el nombre de psicoeducación.
La idea central de este modelo de psicoterapia sostiene que los contenidos del pensamiento, determinan la forma en que uno siente y en consecuencia actúa. Por lo tanto propone un tratamiento a partir de técnicas específicas, que van modificando los pensamientos distorsionados y las conductas evitativas propias de los diferentes trastornos de ansiedad. El tratamiento de la ansiedad en los niños debe incluir a su familia, cuyos integrantes necesitan comprender la naturaleza del trastorno con el fin de colaborar eficazmente en la recuperación del niño. Esta tarea de psicoeducación incluye guías específicas para que los padres sepan cómo actuar eficazmente ante cada problemática.
En determinados casos la medicación puede ser útil para el tratamiento de los trastornos de ansiedad en niños y adolescentes. El tipo de fármaco y el momento en que estaría indicado, varía según los diferentes trastornos y según las características individuales del niño. El psiquiatra tratante discutirá con los padres el tipo de medicación a elegir y el perfil de efectos colaterales de los posibles fármacos indicados. Existen fármacos específicos que han demostrado ser eficaces y seguros en determinados trastornos de ansiedad en la infancia.